miércoles, 8 de noviembre de 2006

Crónicas Venezolanas Cap 2


Fe de erratas del capítulo 1: Los venezolanos no dicen que la cerveza de litro “se enfría”, sino que “se calienta”. El Hotel era maravilloso, la inmensa pileta con desniveles, quincho flotante y jacuzzi, era un paso obligado antes de irnos a dormir, a comer o a hacer cualquier gilada en el hotel. Parábamos en un departamentito que compartíamos el Teatro Piedra Libre, la conductora Mari con su hijo Rafael y la Prima Cele con su hermoso hijo (y por cierto mi ahijado) Sebastián. Éramos muchos pero nos queríamos mucho también. Entre tantas cosas, la heladera funcionaba mal, el aire acondicionado era bajo y el viento que entraba por el balcón se pasaba de caluroso, asique intentábamos estar lo menos posible dentro de la habitación. Teníamos tele, si, pero los canales de cable eran solo 4 y nos la pasábamos viendo cinema a la carte por TNT, donde nos comimos 3 películas de Sean Peen y Nicolas Cage. Otra cosa maravillosa que tenía el Hotel era que estábamos alejadas del tío abuelo Lalo, que mas allá de ser un caramelo con patas, nos sobreprotegía demasiado, con decir que fue a Margarita solo para cuidarnos. Según cuenta la leyenda del festival, el que paráramos en ese hotel, es una estrategia de los organizadores para que todo titiritero que pise la isla, pueda estar al menos unas horas sin que el enérgico Maestro dé instructivos de cuidados básicos del cuerpo y la mente, y nos hable de títeres y de la Revolución Bolivariana. También fue una buena opción para que no nos levante a las 5 de la mañana para salir a correr y mantenerse en forma y para que además podamos ir al ciber que quedaba a media cuadra sin la presencia de un guardaespaldas. La compañera Yanina posee un gran cúmulo de admiradores infantiles, ya que el boom televisivo se ve reflejado en las repeticiones de la serie FLORICIENTA y los niños venezolanos creen que Pérez es Florencia Bertotti, asique nos persiguen tralacalas de niños cantando canciones de Cris Morena y pidiéndole que haga alguna gracia mágica del mutimillonario personaje de Flor. Pero como no le basta ser la mas admirada de todas, ella además tuvo la gracia de amigarse con un grupo de pilotos que se hospedaban en el Hotel, que convidaron cerveza e invitaban a parrilladas en la playa a la que no pudimos ir porque también había funciones que hacer… Vamos amigos queridos y queridos amigos… que también fuimos a trabajar!!! “Fuimos” dijo el mosquito, que yo estuve mas al pedo que cenicero de moto, ya que en realidad el festival era de títeres para niños y no para adultos (en donde yo vengo a tener una mínima participación), por lo que me desgusté de unas hermosas vacaciones pagas en una de las mas maravillosas islas del Caribe. Y hablando de trabajo, el Festival nos dio la posibilidad de conocer muchísimas localidades de la isla, y nos llevamos una hermosa impresión de Margarita: pueblitos pintorescos, rodeados de montañas y mucho verde, con casitas de colores con diversidad de flores; la gente caminando por las calles, sentadas en las puertas de sus casas tomando algo fresco; playas de poca y mucha arena, con pequeñas y grandes olas, con poca y mucha sal; con murales y grafitis alusivos a la revolución, a los derechos humanos y a la militancia política. Del lugar nos llevamos además, una gran cantidad de documentos fotográficos muy representativos de la isla, y esto es gracias a la ferviente obsesión de la compañera Lucía a poner en pausa una imagen que estaba viviendo como única con la sola razón de luego compartirla con ustedes. Es tan grande su obsesión, que en este momento me está sacando una foto mientras yo escribo esta crónica, para documentar además, mi labor en este viaje. Vale agregar, que mientras ella no puede tomar fotografías porque posee un títere de guante en la mano, me he dedicado yo a registrar las impresiones del público, y además, la acalorada labor de sostener la tela del teatro mientras la ponen y la sacan (en serio, es negra, enorme y gruesa, en un clima caluroso, húmedo y pegajoso). Las funciones nos llevaron de la mano a conocer escuelas, centros culturales, fiestas populares, y centros comerciales. Y el calor que sufrían los pobres cuerpecitos de las titiriteras, se contrarrestaba con la gran capacidad de sonreír y disfrutar que nos transmitieron los niños. Montones de caritas contentas que gritaban “ahí está la vieja” o “cuidado con el policía” o “duro, Paco, duro!”, señalaban con el dedo a malvados imaginarios y cantaban el himno de los payasos al compás de “una sardina”, hit del payaso del Teatro “El Telón”; himno que, según el payaso Pipo del teatro piedra Libre, habla de la pasión de liberar los pueblos, del amor y la amistad, de la lucha por la redistribución de la riqueza, de la revolución socialista, de la paz, y otros aditamentos descriptos por el payaso de la carpa verde, que junto al mago de la carpa azul se unieron para formar un partido único en contra de los desoyedores de pregones circenses, malhechores de actividades culturales y llamadores de policías por ruidos molestos. Luego de 8 funciones; prácticas de pileta con el Seba al son de “pon, pon, dedito pon, el dedito en el botón”; recorridos ruteros de la mano del guía Rafa que con 10 años era el mas ubicado geográficamente hablando; de comidas pesadas y calurosas que con mucho amor nos hacía Valerí y el de la cooperativa que nos enviaba comida al hotel, quién terminó dándonos ensalada de fruta de cenar después de nuestras quejas; de charlas intensas con el Maestro sobre el futuro de la humanidad y sobre el futuro de la profesión del titiritero (donde le costaba creer que yo no lo era, y ya agitaba para que comenzara mi carrera familiar); de chusmear a mas no poder con la Cele que nos emborrachó con vodka con limón y nos generó el vicio del maní japonés; descubrimos por fin la noche margariteña. Durante una de nuestras aposentadas al borde de la pileta tomando alcohol (que no se entere el Lalo), llegaron al hotel los músicos del grupo “GUACO”, reconocida banda venezolana que hace una especie de rock, fusión con funk, pop, merengue, boleros de Luis Miguel, samba, lambada, salsa, jazz, y otros ritmos folklóricos inéditos. Como yo conocía con anterioridad la banda porque un músico valenciano me había regalado unos discos en mi viaje anterior, y que de hecho la he pasado en mi programa de radio en Córdoba no solo porque me gustaba mucho la música sino porque además nos habían comentado que eran chavistas, decidimos ir a verlos a la disco “Terraza” en el Centro Comercial La Redoma. Entonces, como somos chicas locas y jugadas, nos fuimos de frente mar a hablar con los músicos en el hotel, nos hicimos amigas del mánager (gordito fenomenal y capo en la industria de la música venezolana) y nos regalaron las entradas. Asique allí nos fuimos, y para que contaros que no todo lo que brilla es oro. Resulta ser que el integrante de Guaco mas copado se había ido a otra banda y la nueva composición dejaba mucho que desear: No solo que no eran chavistas sino que además pregonaban su pronta destitución. Para colmo de males, y como dice nuestra asesora estética “Flopi”: se vestían mal, bailaban con los pasitos de La Barra y tenían cursis boleros de letras ñoñas. Igualmente, la música te hacia mover las cachas, y los músicos eran realmente buenos, asique nos entregamos a la bebida, y bailamos, y sudamos y gritamos cual club de fans. Después que terminó el recital, con Bertotti quisimos bailar reggaetón y Di mauro no tuvo mas que registrar en su cámara algunas imágenes y luego agitar para ir a dormir, ya que a su entender, el horno no estaba para bollos. Lindo Margarita, y mirando por el espejo retrovisor camino al puerto, nos dimos cuenta que teníamos mas de 14 horas de viaje hasta Valencia… y mas que 14, fueron como 20… pero a no quejarse, esa es la próxima historia, del próximo capitulo, de esta crónica de gira…

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